Hungría



Hola, mundo. Vemos que la anterior entrada es de hace dos años y medio, antes de lo que llegó después. Antes de que el tablero que parecía de ajedrez y era de parchís (ludo en el original) esquivara la patada del núcleo irradiador mientras los sectores aliados laterales comían palomitas. Y aquí estamos de nuevo, a menos de un mes de que la fiesta de la democracia nos conmine a quejarnos amargamente de lo hecho y lo deshecho durante otros cuatro años. Cuñadérrimo.

Comenzamos una serie de cuatro artículos sobre las elecciones del 20 de diciembre con dos trampas. La primera es contar la historia de los cuatro partidos que el electorado podría considerar con posibilidades de alcanzar la Moncloa. Las encuestas, que podemos leer un día sí y otro también y si no en un medio, en otro medio y tiro porque me toca,  como las voces, nos obligan. Obviamos por una mezcla de irrelevancia y falta de tiempo a IU (comoquiera que se presente para renovar el logo un poco y confundir otro tanto) y a UPyD (Herzog, como blog, es una palabra que nadie quiere pronunciar en público). Así, nos quedamos con los cuatro partidos en los que estamos pensando todos, con la susomentada partida de parchís.

La segunda es hacer un paralelismo histórico entre esos partidos y cuatro países cualesquiera. Pero no cualesquiera, que, si no, no sería una trampa. Os invitamos a que nos sigáis la corriente, a dejar que seamos un poco trileros. Al final nos quedaremos igual –convencer no es tarea de animadoras–, pero sí que nos divertiremos.

Y hoy es el día de Ciudadanos. El día de Hungría.


Esta nueva Transición va a ser protagonizada por un señor que llegó a dirigir su proyecto político por orden alfabético, atención, de nombres de pila, y por un partido que se declara de centroizquierda (sea lo que sea eso) y propone lindezas como el contrato único y subir el IVA del pan. No nos atreveríamos a decidir si nos parece más insólito ese señor o su partido. Pero si algo nos queda claro es que todo es posible en Ciudadanos.

Nos disponemos a comparar dos épocas históricas y dos partidos que, vaya por delante, son muy diferentes. Uno nació al calor da la caída de la Unión Soviética y de la República Popular de Hungría. Otro partió del colapso del PSC y la irrelevancia del PP en Cataluña, y ha sido aupado en los últimos meses por los medios de comunicación privados y por su buen resultado en las últimas elecciones autonómicas. Pero no solo comparten el color naranja de sus logos. Veamos.

El nacimiento de una nación

Go East

En Hungría, a finales de los años ochenta, un grupo de jóvenes libertarios y anticomunistas (o eso decían) fundaron Fidesz, la Alianza de Jóvenes Demócratas, en el entorno hostil que suponía el estentóreo (alguien diría ostentóreo y no le faltaría razón) régimen pequeñoburgués en el que se había convertido la República Popular. Los estatutos de esos nuevos paladines del libre mercado (no en vano pronto pasaron a formar parte de la Internacional Liberal, sea lo que sea eso) exigían a los miembros no tener más de treinta y cinco años. Los Jóvenes Demócratas eran liberales en lo económico y socialdemócratas en lo social.

La vanguardia de la retaguardia.

Al este del oeste

Años después, en 2006, y en el entorno hostil de la Cataluña del siglo XXI, la del Tripartit, del Estatut y otros melindres acabados en oclusiva alveolar sorda que no serían del agrado de ningún español de bien aunque se lo propusieran con fuerza, nace Ciudadanos, partido de carácter centralista auspiciado por intelectuales de la talla de Albert Boadella, Arcadi Espada (autor de esto: hay que decirlo más) o Carlos el Yoyas. Dos de ellos firmaron el primer manifiesto. El otro puso una equis. Su líder, Albert Rivera, decía que el cambio político debían protagonizarlo los nacidos en democracia, hace poco más de treinta y cinco años. ¿Os suena? Todo un joven demócrata. El nuevo partido se declaraba liberal en lo económico y (¡sorpresa!) socialdemócrata en lo social.

Asaltar los cielos

El norte desnortado

En 1990, el Fidesz entró en el Parlamento de la nueva República de Hungría con un 8,95% de los votos, que descendió al 7,2% en 1994. Como la cabra tira al monte y los límites entre el conservadurismo liberal y el liberalismo conservador son permeables en lo social y simbióticos en lo económico, esa Alianza de Jóvenes Demócratas que capitalizó la transición a la economía de mercado y a la democracia liberal dio un giro conservador en 1995 y pasó a llamarse Unión Cívica Húngara.


No hay más preguntas, señoría.

Tras condimentar de una forma tan adecuada su liberalismo social, el Fidesz gana las elecciones parlamentarias de 1998 y Viktor Orbán se convierte en Primer Ministro por primera vez. Después de perder las siguientes legislativas, pasa ocho años en la oposición y repite en el cargo a partir de 2010. En 2012 firma una nueva Constitución siguiendo el bolivariano método (pero solo el método: la izquierda, ni con un palo) de empezar, por ejemplo, por cambiar de nombre al país.

Un cohete que tarda en despegar diez años y llega a su destino en diez segundos

En las elecciones autonómicas de 2006, Ciudadanos obtiene tres escaños en el Parlament (maldita oclusiva alveolar). Las municipales de 2007 contarán con candidaturas del Partido de la Ciudadanía (también se dice así) las cuatro provincias catalanas, con un número testimonial de concejales, y los ayuntamientos de Salamanca y Alicante, donde no obtienen representación. Tanto en las generales como en las andaluzas de 2008, el partido agudiza su irrelevancia con un 0,18% y un 0,13% de los votos respectivamente. Para las europeas de 2009, los jóvenes demócratas pactan con la coalición de ultraderecha (¿alguien puede explicarnos lo que significa socialdemócrata?) Libertas, y con Eduardo Tamayo –sí, el del tamayazo, primus inter pares–, pero siguen sin cosechar lo que sembró el orden alfabético. Las catalanas de 2010 les deparan un sorpasso del 3,4% del voto. En las municipales de 2011 obtienen un concejal en Villanueva del Pardillo, entre otros lobos solitarios, y no se presentan a las generales de ese mismo año para no restarle votos a Rosa Nueve del Espacio Exterior, que se niega por enésima vez a firmar la alianza intergaláctica.

Las elecciones catalanas de 2012 suponen un cambio de paradigma en la suerte electoral de los de Rivera, que inician la campaña en Plaça d'Espanya al ritmo de Another Brick in the Wall, y acaban con un 7,58% de los votos y nueve diputados en el Parlament, triplicando el resultado de las anteriores.

La irrupción de Ciudadanos.

Las europeas de 2014 les depararán casi quinientos mil votos (poco más del 3%) y dos eurodiputados. El voto naranja proviene sobre todo de Madrid y Barcelona. Después de una expansión nacional que encaja en la definición de guerra relámpago, suponemos que financiada mediante las cuotas de sus menos de treinta mil afiliados, se hacen con más del 9% de los sufragios en las andaluzas de 2015, más de un millón de votos en las autonómicas del 24 de mayo (entre el 3% y el 12%) de este año y casi el 18% en unas elecciones catalanas catalogadas como plebiscitarias, todo un trampolín para las generales de Navidad. Ese Podemos de derechas que preconizó Josep Oliu está engrasado, a pleno rendimiento y a punto de despatear el tablero. ¿Magia? No. Dinero.

Seven

Ahora es cuando llegamos, como sabrán bien los que saben (y esto puedes, oh habitante de la cuarta pared, leerlo en voz alta), a la parte carnosa del muslo. Y es que, como cualquier social liberal que se precie podría decirnos, igual que la derecha, el centro, si extremo, dos veces bueno.

A continuación pasamos a hablar de siete temas incómodos (o no tanto) para ambos partidos, de siete pecados capitales.

1. Corrupción

Si contamos los partidos que no presumen de regeneración democrática, que la operación se vuelva infinitesimal es obligatorio. El que no se refunda, muestra su firme compromiso contra la corrupción y la regeneración, la palabra de la década –de una década por lo demás dedicada a la degeneración–. Veamos cómo resetean el sistema y nos regeneran hasta la pituitaria, que el naranja es un color que limpia, fija y da esplendor como el que más.

El yerno de Viktor Orbán, István Tiborcz, y el alcalde de Felcsút (el pequeño pueblo natal del enfant terrible húngaro), Lőrinc Mészáros, han ganado numerosos contratos públicos financiados con fondos europeos. La Comisión Europea, ese órgano filocomunista que controla los designios del país centroeuropeo, incluso ha retirado cientos de millones de euros de esos fondos porque los precios de los contratos estaban hinchados y en el 49% de los casos solo se presentó un proyecto a la oferta de concurso público. Solo una muestra de que los (ya no tan) jóvenes demócratas regeneran los fondos europeos para convertirlos en fondos del séquito de Orbán.

No es Bárcenas todo lo que reluce.

Ciudadanos, a pesar de su (no tan) corta historia, ha tenido tiempo para regenerar grandes cantidades de dinero. El partido presume de cuentas claras como el agua cristalina, como el azul radiante de una mañana de verano. Sin embargo, a su web de transparencia, como demostraron los periodistas de Contexto, no le salen los números. Si bien respondieron al envite de un medio independiente y no adscrito a multinacionales de la comunicación, lo que en nuestro país ya es un logro, los representantes de esta formación no fueron capaces de justificar las cuentas de varios de sus ejercicios, los ingresos por cuotas, donaciones y servicios (con pufos que llegan casi al millón de euros), ni los ingresos por presencia institucional en el Parlamento catalán y el europeo (como diría Rajoy). Explicaciones, sí, pero falaces, incompletas y procedentes de una auditoría interna en la que el partido es juez y parte, no profesional ni externa, que eso sería hacerlo bien y hasta ahí podríamos llegar. De los problemas del partido con la Sindicatura de Cuentas habrá que escribir un libro otro día.

En cuanto a los casos que implican a cargos públicos de Ciudadanos, es lógico que la lista se centre en la época de su expansión territorial y económica, es decir, cuando tocan poder: la cuenta en Suiza de Javier Nart, eurodiputado de Ciudadanos; la relación de Antonio Sánchez, elegido alcalde de Serranillos del Valle en la candidatura de Ciudadanos, con la trama Púnica; la presunta implicación en esta última de la diputada por la Asamblea de Madrid Eva Borox; la imputación del concejal de Urbanismo (todo un clásico) de Arcos de la Frontera por prevaricación y tráfico de influencias; el puente aéreo de la concejala de Castilleja de la Cuesta y ex Miss Sevilla Carmen López entre esta localidad y Chicago, Illinois (Sufjan Stevens podría incluirla en un álbum dedicado a las caras B de este Estado); el nepotismo de su líder en Andalucía, Juan Marín, durante su etapa como alcalde de Sanlúcar de Barrameda, que dejó en las hábiles manos de su concuñado los servicios informáticos del ayuntamiento mientras privatizaba el agua (otro clásico); el delito fiscal de Jordi Cañas, del que hablaremos más adelante y que dejó su escaño en el Parlament para ser contratado por el eurodiputado de Ciudadanos Juan Carlos Girauta como asesor (ejemplar); y los cobros de setenta y dos mil euros al partido por parte de la empresa del número dos de Rivera, José Manuel Villegas, que, en palabras del Chico Maravilla de la nueva política, "no tiene nada que ver con Monedero". Claro que no. Al menos Monedero facturó a alguien de fuera de Podemos, incluso del Estado. Lindezas que regeneran el dinero de todos para convertirlo en su dinero.

2. Nacionalismo

Fidesz era un partido joven, liberal, con una imagen dinámica, en un país con una fuerte tradición nacionalista. No en vano, Hungría ha pagado muy caras sus ansias expansionistas, y muchos húngaros aún sueñan con una Gran Hungría que llega de Croacia y a Transilvania (si nos descuidamos nos sitúan la frontera a la altura de Móstoles porque la población magiar de la zona ha crecido un 50% pasando de dos a tres habitantes), y señalan con rabia elementos judaizantes como los intelectuales de izquierdas, cualquier idea que suene a cosmopolita e incluso liberal (el lema "como magiares, debemos defendernos" no necesita mucha explicación), o los judíos. Podríamos imaginar que lo mejor sería hacer pedagogía, intentar que la idea de sociedad del partido cale entre los ciudadanos, hacer un país mejor desde su punto de vista, el libre mercado, la aldea global y la paz mundial, pero eso es lento y no pone comida en la mesa.

Es mejor seguir a Marx (a Groucho, claro), y cambiarle al partido hasta el nombre, dejar la Internacional Liberal –si alguien nos da una explicación satisfactoria, admitiremos su existencia–, incorporarse al Partido Popular Europeo donde Orbán se codea con la elite de la burocracia continental mientras, fronteras adentro, abraza un ultranacionalismo tramontano que ha ido aumentando a medida que el neoliberalismo ha hecho estragos en el antiguo país socialista.

Ciudadanos, por su parte, que nace de la negación del nacionalismo periférico, propone un mundo ideal (también llamado Unión Europea) cuyos habitantes comercian entre ellos sin trabas, sin malvados gobiernos que metan sus sucias manos en lo que no es suyo (eso lo dejamos para el final). Pero, al igual que sus compadres húngaros, no se alimentan de aire y más vale cantar Kalinka con el consabido "yo soy español, español, español" que tener que explicar que el nacionalismo da tanto asco, es una ideología tan externalizada de la corteza cerebral (y localizada en el hipocampo, la zona reptiliana), que no merece el nombre de ideología. Sin embargo, el lector carpetovetónico del Marca vota, y casi que mejor cambiamos un nacionalismo por otro. Y sonríe porque está alegre, como Jesús en el pesebre. Una, grande y liberal (vaya, un spoiler).

3. Derechos humanos

Los derechos humanos son conocidos como demagogia en la Unión Europea, pero hablar de ellos no hace daño si uno no se quiere presentar a las elecciones:

La nueva Constitución de Hungría (que ya no se llama República de Hungría) impulsada por el Fidesz reconoce el derecho a voto y a la ciudadanía a todos los magiares residentes en el extranjero (derecho de sangre y, en este caso, de lengua: lenguas ugrofinesas son tal galimatías para foráneos que en Finlandia subvencionan a los extranjeros que se atreven con ellas). Para los inmigrantes, la situación es diferente. Viktor Orbán ha liderado la oposición dentro de la UE a la entrada de refugiados sirios en su territorio, y acaba de construir una valla de cuatro metros a lo largo de la frontera con Serbia, por cierto, con cuchillas fabricadas por una empresa de Málaga ("yo soy español, español, español"). En esta línea, Ciudadanos se opone firmemente a que los inmigrantes irregulares tengan derecho a la tarjeta sanitaria, una posición de racismo declarado de la que el mismísimo PP ha reculado últimamente, con la saludable intención de pescar votos en la caverna.

La Constitución de 2012 también define el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer. Los homosexuales pueden, desde 1996, formar parejas de hecho, que posibilitan el acceso a la información médica de la pareja, pero no a la herencia ni a la pensión de viudedad, a la que se accede si se puede demostrar convivencia durante diez años. De adopción conjunta, ni hablar. La nueva Constitución cierra el paso a cualquier avance en este sentido, excluyendo de hecho a los homosexuales del concepto de familia. Ciudadanos también se opone a llamar matrimonio a la unión de personas del mismo sexo porque "genera tensiones innecesarias" para el danés que hay en cada uno de nosotros.
 
La policía húngara difundió hace un año un vídeo para luchar contra la violencia contra las mujeres en el que no solo las hace responsables del problema, sino que les da una solución: dejar de ser tan rematadamente casquivanas. Y una guinda: la prohibición del aborto forma parte de la Constitución. Las huestes de Rivera en el Ayuntamiento de Valencia no apoyaron la moción de Compromís contra la violencia machista por incluir expresiones, como violencia patriarcal, que "criminalizan a los hombres", ni la moción contra el alcalde de Granada por sus expresiones machistas. De hecho, Ciudadanos no participó en la Marcha Estatal contra las Violencias Machistas de principios de noviembre de 2015, y Albert Rivera considera la ley actual, que ni siquiera el PP se ha atrevido a tocar, discriminatoria para los hombres. Sobre lo que opina Arcadi Espada solo diremos que, si no te da asco Arcadi Espada, es mejor que te lo hagas mirar. En cuanto al aborto, aunque Ciudadanos propone una ley de plazos, Albert Rivera no lo considera un derecho, sino un fracaso, quién sabe si susceptible de formar parte de una nueva Constitución.

4. Libertad de prensa

Los medios de comunicación húngaros recurren de manera habitual a la autocensura por la inseguridad jurídica sobre reglamentación de contenidos de la nueva Constitución. Las nuevas leyes facultan al Gobierno para imponer multas de cien mil euros a las empresas de medios de comunicación que no respeten "la dignidad húngara", entre otras vaguedades. El Gobierno también puede cambiar, mediante el Consejo de Medios, los contenidos de los medios de comunicación, suspender su programación e incluso proceder a su cierre si lo estima oportuno. Se da el caso de una emisora de radio independiente que ha tenido que pelear en los tribunales para obtener una licencia que le era negada por el Gobierno de manera sistemática. ¿Venezuela? No, Dinamarca, digo Hungría. 

Libertad, ¿para qué?

En España, el Gobierno hace un trabajo más fino concediendo licencias de TDT a amigos y cortando el grifo de publicidad institucional a los medios en los que algún periodista se atreve a hacer la más mínima crítica. Nuestros daneses de Kalinka, que aún son 2.0 y no han curado sus bisoñas posaderas en las Cortes Generales, proponen que la policía pueda suspender el uso de las redes sociales durante un eventual estado de excepción, a lo que no se han atrevido ni aprendices de Le Pen como Manuel Valls.  

5. Ultraderecha

Y hablando de extrema derecha o, como se llama ahora, de centro, Viktor Orbán tiene un problema, y ese problema se llama Jobbik, un partido neonazi con organización paramilitar incluida que alcanzó el 20% de los sufragios en las últimas legislativas. Cerrad los ojos. Imaginad al llamado enfant terrible del Partido Popular Europeo preguntando al espejito si hay alguien más fascista que él, y que el espejito le diga que sí, y que obtuvo el 20% de los votos en las legislativas de 2014. El resultado es que la mujer del César no solo tiene que ser ultraderechista sino parecerlo. Si una reportera vinculada a Jobbik le da una patada a un refugiado sirio y la Guardia Húngara sale a dar palizas a los gitanos, el Gobierno debe mandar a la policía a gasearlos, negarse a recibir refugiados, establecer el componente étnico en la idea de nacionalidad y enterrar a Joszif Nyiró, líder de la Cruz Flechada, partido hermano del Partido Nacionalsocialista alemán (sí, ese que gaseaba a los judíos en los cuarenta), en Transilvania. Pero, sobre todo, firmar leyes, muchas leyes, que establezcan su compromiso claro con una caverna ultra que no deja de crecer y se está pasando en bloque a Jobbik.

La naranjada española, por su parte, no ha dudado en compartir manifestaciones con Democracia Nacional (a cuyos miembros recomiendan no acudir en escuadra), y la plataforma D'Espanya y Catalans, formada por Ciudadanos y aderezada por los nazis del Casal Tramuntana y por la Plataforma per Catalunya (PxC), adalid del racismo de pelo en pecho. Después, en plena expansión, Ciudadanos ha apartado a miembros de esta plataforma (y de Falange, y de España 2000) de sus listas municipales, mostrando su serio compromiso con la democracia después de haber ido de la manita con ellos en sus aquelarres españolistas.

Vamos a dar esto por bueno, y a suponer que solo compartían la españolidad de estos grupúsculos filofascistas, que eran jóvenes e inexpertos, que aún no habían sido bendecidos por la gran banca y quedaron hipnotizados por las brillantes cabezas de los skinheads. Entonces deberíamos preguntarnos por su coalición para las europeas de 2009 con la coalición Libertas, que juega a lo mismo que UKIP y que otros partidos de ultraderecha euroescéptica.

Pero vamos a ser buenos de nuevo y a pensar que han cambiado, que ya no estamos en 2009. Aceptaremos pulpo como animal de compañía. Pues en 2013, en el Parlament, con la excusa de una discusión entre David Fernández, de la CUP, con Jordi Cañas (que ya tiene su propio caso de corrupción), precisamente por una concentración con el PP, Falange Española, los neonazis de Tramuntana y PxC en la Plaça de Catalunya el 12 de octubre, los diputados de PP y Ciudadanos se ausentan de la votación de la moción de condena del franquismo y el nazismo. De hecho, Albert Rivera también cree que retirar la nomenclatura franquista de las calles crearía "tensiones innecesaria" (parece que es la expresión que utiliza este señor cuando alguien le pregunta por qué hace cosas, cosas nazis). No creemos que el Fidesz se manifestara a principios de los noventa con la muchachada de la Cruz Flechada. Nuestros chicos ya les adelantan por la derecha. Pero todo es casualidad y, si no, infamia.

6. Geopolítica 

Los partidos ultraconservadores y nacionalistas no suelen destacar por su pacifismo, pero la posición del Fidesz y de su líder indiscutible Viktor Orbán sobre alianzas geoestratégicas ha cambiado con el tiempo. Bajo su primer mandato, la República de Hungría pasó a formar parte de la Alianza Atlántica y de la Unión Europea. Sin embargo, y ya en Hungría a secas, la desobediencia del Gobierno del Fidesz a los dictámenes de la Comisión Europea, el acercamiento a la Rusia de Putin (con el gasoducto ruso South Stream, que pasa por Hungría, y la mejora de la central de Paks, de origen soviético, por otra parte) y las críticas a la Administración Obama han disgustado a líderes europeos y al líder del mundo libre. Esa, y no su actitud ante la inmigración (que justifica con el expansionismo del Imperio Otomano, nada menos) ni sus leyes mordaza, es la causa de la demonización de la formación naranja. En España tenemos las mismas vallas con las mismas cuchillas y los mismos medios amordazados y a nadie le parece mal

Albert Rivera, en primera línea de fuego.

Y aunque, como hemos visto, todo es susceptible de cambio, por primera vez vemos que nuestros Ciudadanos se distancian varios estadios de la Unión Cívica Húngara. Aunque se ha negado a sí mismo varias veces, Albert Rivera está a favor de intervenir en Siria si la OTAN lo solicita. Una estrategia que ha dado los frutos que conocemos todos en Irak, Afganistán y Libia, por utilizar ejemplos recientes. Para eso, para matar inocentes, siempre hay manga ancha. Para dar asistencia sanitaria y atender como es debido a los seres humanos vengan de donde vengan (y en eso vuelven a coincidir con el Fidesz), ya menos.

7. Neoliberalismo

En esta cuestión, Fidesz ha pasado de la evolución de su primer Gobierno del liberalismo al neoliberalismo a políticas contrarias al austericidio en la etapa actual. Parafraseando a Clinton, no es la xenofobia, estúpido. Juncker no llama dictador a Orbán porque cierre medios de comunicación o porque blinde la frontera con Serbia. Le llama dictador porque sube el salario mínimo y no el IVA. Y no hace esto último por convicción soberana, nacionalista o autárquica, y menos aún social. Lo hace porque cae su popularidad, porque Jobbik está empujando por la derecha y la sociedad civil por la izquierda, de manera que ve peligrar su hegemonía.

Ciudadanos, de nuevo, quiere ser el primero de la clase. Su neoliberalismo, como el de FAES, fundación de Aznar donde Garicano campa por sus respetos, y Fedea, lobby de las empresas del IBEX-35, no conoce límites. Dice Rivera que si fueran el partido del IBEX tendrían más dinero y, al menos, se equivoca en un par de cosas: sus campañas no se financian del aire diga lo que diga su página web, cuyas cuentas siguen sin cuadrar; y su programa económico calca punto por punto las aspiraciones de la gran patronal: que el Estado pague parte del salario de los trabajadores para que la empresa pueda ofrecer salarios de miseria, bajar el impuesto de sociedades, el contrato único, que el trabajador tenga que pagar parte de la indemnización por despido con el 1% de su sueldo, pasar el IVA de los productos que tienen un 4% al 10% y la reducción en las cuotas para las empresas que contraten desempleados de más de un año. Como ejemplo de la naturaleza de estas medidas, la última, que parece positiva a priori, posibilitaría que los empresarios contratasen y despidiesen trabajadores parados como si no hubiera un mañana. Siempre que quisieran ahorrar en cuotas a expensas de las vidas de los trabajadores, cosa que es imposible porque, como todos sabemos, las empresas no se crean para ganar dinero. Si le sumas el contrato único, el complemento salarial y que el trabajador paga de facto parte de su indemnización, podría salir muy barato. Pero la bondad de nuestros emprendedores seguro que impide este tipo de canallada.

Y esto solo es el principio.

Naranja no es un color

Las animadoras solo son niñas y no entienden mucho de estas cosas, pero si los otrora jóvenes y nada sospechosos ciudadanos liberales por la regeneración hoy son la gran esperanza blanca de la ultraderecha europea hasta el punto de que organizaciones como Human Rights Watch ven peligrar el Estado de derecho en Hungría, habría que usar un superordenador del tamaño del palacio de Ceausescu para calcular las cotas que alcanzarán nuestros Ciudadanos jóvenes (pero de ideas viejas, cocinadas por el statu quo, machistas), limpios (pero opacos, cínicos, mentirosos y corruptos a poco que rasquemos) y moderados (pero xenófobos, neoliberales y ahora también belicistas).

Es cuestión de modelo de sociedad, si queremos (o no) ser Dinamarca, que en román paladino se dice Hungría.

Viva el mal. Viva el ciudadano animal, el fenobarbital y el genocidio total. Viva la cal si es cal viva, el IVA y la voz pasiva. Viva la eficiencia productiva.


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¿Eins?

Sobre las animadoras

¿Quién no quiere salvar a una animadora?
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2 comentarios :

  1. ¡Viva la pandemia liberal, la injusticia social y el naranjito haciéndose rayas de orfidal!

    Posdata: tengo mucho miedo.

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    1. Veo todos tus vivas y tus miedos y los doblo (^^^) También te digo que lo que ha pasado hasta ahora sí que da miedo. A partir de ahora puede pasar cualquier cosa. Pensándolo bien, al menos Rajuela es bastante previsible. Dame. Orfidal. Ya.
      PS3: Muchérrimas gracias, Archange.

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