Bulgaria



En pleno recto final de la campaña, siempre a punto de que las urnas vomiten nuestra decisión, volvemos a poner rumbo al este. Primero un pie. Luego el otro. El camino es como el pipí: sabes cuándo empieza pero no cuándo termina. Pero basta de metáforas discutibles. Las animadoras saben perfectamente adónde se dirigen, y hoy nos llevan a Bulgaria.


Hoy hablaremos del Partido Socialista Obrero Español, y especialmente de su última época, de los estertores del régimen franquista hasta la actualidad. Analizaremos cómo empezó esta etapa, algunos de sus congresos, la democracia interna de quienes presumen mucho de democracia interna y, finalmente, del cuadro final que ha quedado de este partido centenario que fundó Pablo Iglesias para que Pablo Iglesias acabara rematándolo. También abordaremos su deriva ideológica, que podríamos incluir en un tratado sobre el socialismo democrático como uno de los grandes enigmas de nuestro tiempo. Sin embargo, no es nuestra intención que la redacción y lectura de este texto dure más de lo que queda para las elecciones generales, conque escribiremos, ya al calor de los vientos navideños, otro artículo que despeje la extraña incógnita que propone la socialdemocracia, la exótica tercera vía, el modelo escandinavo y el extraño comportamiento de artefactos como el SPD, que ya formó una Gran Coalición en la República de Weimar, reeditada hoy con compañeros de Gobierno como Angela Merkel.

Así, este artículo pertenece a dos series. La primera, que incluye cuatro artículos, está dedicada a los partidos que compiten en las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, sus pompas y sus obras. La segunda, que esperamos que no lleve toda una vida, aborda el engendro antes conocido como socialdemocracia. Un artículo para dominarlos a todos, atraerlos y atarlos en las tinieblas. Dos series. Una serie de otra serie. Series encerradas en series, como muñecas rusas.

En un bello país

Basta. Hemos venido a hablar de Bulgaria. Este encantador rincón del este de Europa fue, desde 1946 a 1989 –año que debe de ser un punto de inflexión en el continuo espacio-tiempo, al menos desde la perspectiva del comunismo internacional–, la alegre y combativa República Popular de Bulgaria, pasto de la muchachada del Partido Comunista Búlgaro (al que no hay que confundir con el Partido Comunista de Bulgaria, esos disidentes). Y, desde 1954 hasta la susodicha fecha aciaga, el dominador oficial se llamaba Todor Zhivkov.


Once años antes, en 1978, en Londres, un agente búlgaro asesinó al dramaturgo exiliado Georgi Markov, clavándole en la pantorrilla un paraguas con ricina, uno de los venenos más potentes que se conocen, que se obtiene de las semillas del ricino y que ha popularizado la serie Breaking Bad. De Zhivkov a Heisenberg en una sola frase.

El PSOE siempre ha tenido ricina disponible para todo tipo de pantorrillas, y su Todor Zhivkov, que es el nuestro, es y será siempre Felipe González Márquez, otro mago de la semántica que convirtió a Karl Marx en Margaret Thatcher sin despeinarse las sienes ni una sola vez, un tipo que presume de su amistad con personajes tan dispares como Gabriel García Márquez y Carlos Slim y que declara, también sin que casi nadie se extrañe, que los presos políticos tenían más garantías con Pinochet, un dictador genocida, que con Maduro, a quien se le puede discutir el estilo, pero que ha ganado las elecciones de manera limpia, sin golpe de Estado, sin tanques, sin estadio y sin picanha, y las ha perdido de manera limpia, que por no faltar no faltó a la cita electoral ni Zapatero, otro búlgaro, herbívoro pero búlgaro. Pero tranquilas. Tranquilos. De ellos hablaremos más tarde. Nos estamos acercando demasiado al hueso del mango, y el hueso solo se ataca tras devorar la pulpa.

Vamos, como de costumbre, a la parte carnosa del muslo. Todor Zhivkov siempre ganaba la votación que culminaba todos y cada uno de los congresos del democrático Partido Comunista Búlgaro con un porcentaje cercano al 100%. De ahí viene la expresión congreso a la búlgara, en el que el ganador se acerca al total de los votos emitidos, o incluso los sobrepasa. Zhivkov debía de ser una persona muy querida por sus camaradas, porque su éxito estaba casi asegurado en cada votación. O quizá, el Leñor no lo quisiera, los disidentes habrían jugado con un horizonte de reeducación, trabajos forzados y muerte. No nos atreveríamos a afirmar tal cosa, sin embargo. Y es que Todor Zhivkov era un señor muy amable y querido por sus camaradas.

Asaltar los suelos

Tras la formación del primer Gobierno socialista, el vicepresidente Alfonso Guerra dijo algo mientras se hacía la primera foto de Gobierno. El que se mueve no sale en la foto. Esta frase, cuya idea central es la obediencia ciega a un reducido grupo de personas si no a una sola, marcó el devenir de una organización que siempre ha presumido de democracia interna y que siempre ha carecido de ella.

Bienvenidos, bienvenidas, a los métodos para tomar y mantener el poder en el Partido Socialista Obrero Español.


Pdro Snchz, artista antes conocido como Pedro Sánchez, es un hombre de inteligencia prodigiosa con una tesis doctoral que nadie puede leer, compañero de instituto de la reina Letizia y de chanzas (o eso dice él) en Bruselas del aprendiz de Le Pen Manuel Valls. Es tan inteligente que se prestó a ser testaferro de la todopoderosa Susana Díaz en las elecciones primarias de 2014. Díaz quería unas primarias en las que solo se presentara ella misma, versión ibérica y con cara de princesa Fiona de Zhivkov, pero Eduardo Madina se negó a retirar su candidatura. Así, ordenó a la federación andaluza que votase a un candidato casi desconocido frente al que hubiera podido ser la gran esperanza blanca (joven, de buen carácter, víctima de ETA) del socialismo democrático si ella no hubiera querido el puesto para sí misma y por búlgara aclamación. Así, la todopoderosa federación andaluza votó en bloque a Pdro. En 2015, el ya secretario general fue proclamado candidato sin que hubiera nadie que intentara hacerle sombra. Su otrora mentora habría preparado una candidatura alternativa si el candidato único hubiera cometido el error de retrasar las primarias, pero se celebraron en el peor momento para la andaluza (complicaciones en la investidura y parto inminente), conque por fin Pdro Snchz pudo ser búlgaro en todo el Estado (antes solo lo era al sur de Despeñaperros).


Susana I la Inconmensurable es como la India, más grande que el mundo, aunque una India en miniatura que se concentra en las cocinas de los barrios y los pueblos de su Andalucía. Como diría Pdro en Twitter después de un par de copas, bigger than life. Anticipó unas elecciones autonómicas para que cierto partido sin estructura autonómica acudiera a la cita con el pie cambiado. Después provocó una situación de bloqueo para que los demás partidos votasen su investidura sin la más mínima contrapartida, solo porque ella es Andalucía, madre de todos nosotros. Al final, con el apoyo de unos Ciudadanos que se han convertido en la muleta perfecta para quien quiera usarla, pudo gobernar la Junta de Andalucía con puño de hierro, bloqueando cualquier iniciativa que no saliese del ombligo del mundo, es decir, de su entrecejo. El que se mueve no sale en la foto.

Nos importa, sin embargo, el origen. Díaz es más dada al cuerpo a cuerpo, a una pizca de ricino y a otra cosa, que a la guerra abierta en un congreso o al duelo al sol en la directiva. Catequista de pequeña, pronto entendió lo que valen las cabezas de sus mentores para apoyar la suela del zapato. José Antonio Viera, secretario provincial en Sevilla cuando ella era secretaria de organización, se enfrentó a ella en el congreso que encumbró a Rubalcaba. Díaz apoyó a Carme Chacón, junto con José Antonio Griñán (el ministro de Trabajo de la huelga general de 1994). Luego el mismo Griñán, tras cederle el mando del PSOE andaluz, fue imputado, junto con Chaves, en la causa de los ERE fraudulentos. Chaves, que había sido presidente de la Junta de Andalucía durante décadas, dijo que era como si les hubiese clavado un puñal. O la punta de un paraguas. Así es Susana. Incluso para los estándares del PSOE, una búlgara de pura cepa.


Antes de Pdro estuvo Alfredo Pérez Rubalcaba, rey de la intriga, Alí el Químico, casi diríamos Rubalcadabra. Este pilarista de 66 (~6, el número de la Bestia) años lleva en la sangre el aparato del Partido desde el Cretácico. Su agenda oculta siempre ha pesado y valido más que la pública, pero la pública tampoco desmerece. Es y ha sido siempre fontanero de campañas electorales imposibles, portavoz de gobiernos socialistas defendiendo lo indefendible, ministro en carteras como Educación, Interior y Presidencia, amén de multitud de cargos, secretarías y demás mamandurrias. En verano de 2011, poco después del 15M, fue candidato único de unas primarias a la búlgara a las que amagaba presentarse Carme Chacón, la creadora del desahucio exprés, que había empezado a organizar su candidatura varios meses antes (hubo quien dijo que desde el ministerio y con dinero público). Rubalcaba maniobró para dejar los apoyos de la ministra al mínimo (aún recordamos los mohines de aquella mujer de puño de hierro que no tuvo piedad con las víctimas de lanzamientos hipotecarios) y triunfó en aquellas primarias de un solo candidato. El 100% de los apoyos dan una extraña legitimidad que se ve mermada si pasan al 28,73% de los votos en las elecciones generales. Y es que lo búlgaro no funciona muy bien fuera de Bulgaria.

De José Luis Rodríguez Zapatero se han dicho muchas cosas, pero pocas de las que importan. Corría el año 2000 cuando un admirador de la Tercera Vía de Tony Blair y Gerhard Schröder decidió fundar una corriente renovadora (ese significante vacío) dentro del PSOE llamada Nueva Vía. Se enfrentó a un personaje llamado José Bono, consuegro del cantante Raphael, que nunca ha ocultado –como si pudiera– su parecido con sus amigos del Partido Popular. Los esbirros que eligió aquel compañero de colegio de Mariano Rajoy (futuras puertas giratorias como Jordi Sevilla y Trinidad Jiménez, o protagonistas de causas de corrupción como José Blanco) iban a dejar el PSOE desconocido. No lo iba a reconocer ni la madre que le parió, que diría Alfonso Guerra. Como podemos apreciar, nada nuevo bajo el sol.


Más allá de consideraciones personales, la Tercera Vía, ya se llame Nueva Vía o Nuevo Laborismo, ha sido el truco de los partidos socialdemócratas para perpetuarse en el sistema y ofrecer otro estilo para la misma política neoliberal. Y, aunque este proceso se completó de sobra bajo los auspicios de Felipe González, el lavado de cara parecía entonces, como lo parece ahora, indispensable para acabar con la travesía en el desierto que culminaría en 2004 con la victoria de Bambi en las generales. Trató de parecer socialista en muchas cuestiones, siempre que no rascaran el bolsillo de sus amos. No en vano, llegó a declarar que bajar los impuestos es de izquierdas.

Ya no de izquierdas, sino de sentido común, habría sido hacer que los impuestos fueran verdaderamente progresivos, así, como en el Estado social y de derecho que definía una Constitución que había firmado hasta Fraga. Pero no. Es mejor bajar los impuestos con la mano derecha mientras con la izquierda uno escandaliza a las señoras y provoca el aplauso de progres del más diverso pelaje con una ley de plazos para el aborto, el matrimonio igualitario, la memoria histórica o las tropas saliendo de Irak. Todo a coste cero para los que más tienen que perder si ganan los que no tienen nada.

En eso consistió la Nueva Vía: en las sucesivas reformas laborales que acabaron con nuestros derechos mucho antes que la del PP, en la firma del desahucio exprés por parte de Carme Chacón o en la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución para finiquitar el Estado social y de derecho de la susomentada Constitución. Todo muy exprés, a toda velocidad, con nocturnidad y alevosía. Como pasó en los casos que componen La doctrina del shock de Naomi Klein, el PSOE fue eficaz aplicando medidas de crueldad extrema en tan corto espacio de tiempo que cumplieron el doble propósito de confundir (ya nadie sabía lo que significaba eso de la socialdemocracia) y aterrorizar a la población. Bambi fue un búlgaro de guante de seda forjado en hierro.

Podríamos dedicarnos a hablar largo y tendido del binomio nada sutil de perdedores compuesto por el secretario general Joaquín Almunia y el candidato a la presidencia del Gobierno Josep Borrell, pero no hemos venido a abusar de vuestro tiempo hablando de los débiles, sino, como diría José Ortega Cano, del Gran Poder Bruto.

Isi d'Or, ciudad de vacaciones


Suponemos que el ilustre matador se refería al PIB, que Dios le perdone. O a Jesús del Gran Poder, esa imagen del Leñor oriunda de Sevilla. Pero hoy no nos interesa respirar el arte de la madera policromada, ni observar el encerado gota a gota de las calles. Lo que nos lleva a la capital andaluza es el ex consejero delegado de Gas Natural Fenosa, ex Isidoro, ex jarrón chino, ex Señor X, ex primo hermano del abuelo de los Monster. Y ex marido de María del Carmen Julia Romero López. Tiremos de ese hilo. Carmen Romero es hija de un coronel médico del Ejército del Aire del bando sublevado (en román paladino, fascista) de la Guerra Civil llamado Vicente Romero y Pérez de León. Este señor era el médico personal del almirante Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno franquista y primer cosmonauta (sí, aquí usamos cosmonauta) español.

El objetivo de este artículo es deconstruir, más que las políticas (que tampoco, como diría Dalí), los resortes de la toma del poder en el seno del PSOE y, por consiguiente, de la toma del poder a secas. Carrero Blanco intercedió a través de Gustav Heinemann, primer presidente socialista de la República Federal de Alemania (aunque había fundado la democristiana CDU antes de pasarse al SPD sin despeinarse), para que Willy Brandt apoyara al PSOE renovado, y no al histórico (que luego se convertiría en el Partido de Acción Socialista), desde la Internacional Socialista.

De hecho, al Congreso de Suresnes de 1974 fueron, apoyando al sector renovador, nada menos que Willy Brandt y François Miterrand. El almirante consiguió artillería pesada, y Felipe González se convirtió en el nuevo líder de la socialdemocracia (voy a tener que lavarme la boca) española. El resto es historia.

La versión española de Todor Zhivkov no fue Francisco Franco Bahamonde. El verdadero jefe de todo esto, el líder indiscutible, el mayor búlgaro de un partido político lleno de búlgaros que barren en congresos y clavan paraguas a diestro y siniestro, el funambulista del poder en estado puro, se llama Felipe González Márquez. Que el demiurgo de la corrupción, de la reconversión industrial, de una reforma laboral que provocó una huelga general (¿alguien ha oído Griñán?), de una ley fascista como la Ley Corcuera –ese ministro electricista y no, ay, electroduende–, pero sobre todo del terrorismo de Estado de los GAL, tuviera un padrino como el presidente del Gobierno franquista Luis Carrero Blanco, por un lado, es lógico y, por otro, dice mucho de lo que fue la Transición y, por ende, de lo que es el Partido Socialista Obrero Español.

¿Qué es el PSOE?

El próximo 20 de diciembre votamos a los diputados y senadores de las Cortes Generales. Una de las papeletas llevará las siglas del PSOE. Las animadoras solo son unas niñas y no saben mucho de estas cosas, pero el PSOE siempre es el PSOE. Algunos creen que sus culos envejecen como el vino. Si eso significa que se convierten en vinagre, están en lo cierto –dijo Marsellus Wallace, como no podía ser de otra manera–. Los ejemplos se cuentan por centenares. La imagen, tan vergonzosa, de un Felipe González crepuscular con su nueva mujer veinte años menor que él en un yate, sin camiseta, fumando puros, es definitoria. Pero el Azor, el yate de Franco, fue el feliz transporte de sus vacaciones presidenciales de los ochenta.


El mejor truco del Diablo fue convencer al mundo de que no existía. Eso, exactamente, es el PSOE. Es el Antiguo Régimen negando una y otra vez su existencia, generación tras generación, secretario general tras secretario general, candidato tras candidato. Muchas veces hemos hablado del PP como heredero natural de la dictadura, como ese franquismo sociológico u orden natural de las cosas tan del gusto de Manuel Fraga. Pero, mientras Fraga nos mantenía entretenidos asustando hasta a simpatizantes en los mítines con sus modales de orangután de ojos inyectados en sangre, Felipe era aupado por el mismísimo búnker del régimen para que nos convenciera de que el régimen se había acabado. Da igual que el candidato se llame Franco, González, Zapatero o Pdro Snchz. Lo importante es que cada uno de ellos van a defender a sus dueños, a la banca y a las multinacionales, que no se presentan a las elecciones pero mandan sin que su continuidad pueda cuestionarse porque el  pueblo no cree que manden, ni tan siquiera que existan. Al fin y al cabo, si mandaran, no permitirían que España fuera socialista (ista, ista, ista).

Mañana, el 100% de los votos que obtuvo Pdro Snchz en las primarias puede bajar (y mucho) del 20%. Y es que ni estamos en Bulgaria ni el PSOE, queridos niños, es socialista.



Viva el mal. Viva la base naval, la carrera espacial, el amonal y la campaña electoral. Vivan los GAL.



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